Daniel Raventós
SinPermiso.info
Desde hace pocos días, puede leerse en catalán, aunque por poco tiempo y solamente en dos líneas de trayecto de algunos autobuses de Barcelona: “Probablemente dios no existe, así que deja de preocuparte y disfruta la vida”. Se trata de una campaña financiada por una asociación atea catalana que sigue la iniciada hace algunas semanas en Londres, uno de cuyos principales inspiradores es el conocido científico de Oxford Richard Dawkins. La campaña inglesa tuvo mucho más éxito del previsto, con más donaciones de las esperadas inicialmente. Se estudia continuar la campaña en Madrid, si bien en algunas otras ciudades como Zaragoza, la compañía de autobuses, de forma vicaria o no, ha puesto todas las trabas posibles y quizá logre impedirla.
Las reacciones que ha tenido esta campaña única (por ser la primera vez desde la segunda república española que se puede ver publicidad atea de estas características, y en cualquier caso, nunca en los autobuses, en donde estamos más acostumbrados a ver publicidad de películas, refrescos, galletas, academias de idiomas, ropa interior masculina y femenina, lubricantes, grandes almacenes y candidatos electorales) han sido muy superiores a las que, personalmente, pensaba yo que iba a tener. Sobre esta original campaña ha opinado todo el mundo: religiosos católicos y protestantes, profesores universitarios, periodistas profesionales, columnistas habituales, tertulianos ignaros… Lo han hecho de todos los modos posibles: desde la fría cortesía hasta la rabiosa mala leche apenas disimulada. En general, todo bastante pobre, con algunas honrosas excepciones. La campaña ha sido un éxito insuperable, si pensamos en términos de impacto. Y no se me ocurre cómo evaluar una campaña publicitaria, si no es en estos términos.
La campaña atea puede juzgarse desde muchos puntos de vista, claro está. Y hemos tenido al respecto un gran carrusel para casi todos los gustos. Hay quien ha enfocado la campaña estéticamente (con simplicidades olímpicas: “el dinero empleado en esta campaña debería destinarse a acabar con el hambre que hay en el mundo”; aunque si se piensa un segundo, se verá que poca hambre se reduciría con los pocos centenares de euros de esta campaña); hay quien ha especificado los errores gramaticales de la frase en catalán (es la crítica menos discutible: en catalán el verbo “gaudir”, que es “disfrutar” en español, no es transitivo con lo que debería haberse escrito “gaudeix de la vida”, no “gaudeix la vida”, para decir en español “disfruta la vida”); hay quien ha intervenido con ínfulas pretendidamente científicas (“probablemente” significa que se deja la puerta abierta a la existencia de dios, al modo de ver de algunos); hay quien lo ha hecho defendiendo que una persona religiosa puede disfrutar de la vida tanto o más que una que sea atea (es cierto que el esclavo satisfecho puede sentirse feliz, como todo el mundo sabe; y también que un ateo puede ser muy desgraciado); hay quien ha replicado desde posiciones religiosas, señaladamente el grupo fundamentalista católico e-cristians, ligado al que fue conseller (ministro) del gobierno de derechas de pasadas legislaturas de la Generalitat, Josep Miró, así como un grupo protestante que también pondrá en los autobuses la afirmación de que “dios sí existe” (parece ser que disponen de pruebas empíricas contundentes); hay quien lo ha hecho en términos de oportunidad, porque la iniciativa podría provocar enfrentamientos por ideas religiosas (que se diga tal cosa precisamente ante la primera campaña atea de un tipo parecido en 70 años, cuando la publicidad religiosa, especialmente católica, a lo largo de estas décadas ha sido lujuriosamente abusiva tiene su qué), o porque no es nada oportuno realizar la campaña en plena crisis económica (si bien la campaña iniciada en Londres fue diseñada antes de que estallaran las primeras graves consecuencias de la mencionada crisis); hay quien ha preferido ver una campaña propia de la frivolidad del primer mundo, porque con la situación de gran miseria para muchos millones de personas en los países pobres, llamar a disfrutar la vida suena como hasta cínico (y es cierto que la campaña empezó en Londres, hasta hoy situada en el primer mundo); hay también quien, aprovechando que el equipo de fútbol más importante de la ciudad, el FC Barcelona, está en un momento de juego celestial, ha hecho profesión de fe en nuevos dioses (“probablemente dios no existe, pero Messi sí, disfruta la vida”)… Pero ahí no acaba la historia.
El parlamento catalán está compuesto, como casi todos los parlamentos del mundo, por diputados y diputadas de distintos partidos. Los partidos que gobiernan en coalición la Generalitat catalana son tres: Partit Socialista de Catalunya (el partido mayoritario y de izquierda moderadísima), Iniciativa per Catalunya-Verds (el menor partido de la coalición gubernamental y de izquierda moderada) y Esquerra Republicana de Catalunya (un partido de izquierda moderada y partidario a muy largo plazo de la independencia catalana respecto del reino de España). En el parlamento catalán hay otros tres partidos y coaliciones. Están por lo tanto en la oposición. Uno, muy importante por su apoyo electoral, es la coalición de derechas nacionalista catalana Convergencia i Unió. Unió, el componente más pequeño y derechista de la coalición, es un partido cristiano con algunos conocidos militantes que limitan con, si es que no traspasan, el fundamentalismo católico más rancio. Los otros dos partidos parlamentarios son de relevancia diferente. Uno es importante no por el apoyo electoral suscitado en Cataluña, que es muy pequeño, sino por el que disfruta en la mayor parte del resto del reino de España, el Partido Popular. Partido muy de derechas furibundamente nacionalista español, característica esta última que le da muchos votos fuera de Cataluña, pero no en esta tierra, por lo que se ha producido un pequeño giro de moderación al respecto en esta zona geográfica. Mucho más insignificante el otro partido, el ridículo Ciudadanos (monolemáticamente partidario de que el idioma catalán retroceda en Cataluña en beneficio del idioma español, con grotescas ínfulas de partido con ideas nuevas) al que se le ha complicado muchísimo la vida con la aparición del partido Unión, Progreso y Democracia que tiene una sola diputada en el parlamento español, pero al que las encuestas le auguran algunos diputados en las próximas elecciones europeas, y que disfruta de muchas simpatías entre los sectores más ultras del PP y de algunas emisoras radiofónicas de la iglesia católica española, como la COPE del ultramontano Losantos.
El ayuntamiento de Barcelona tiene una composición política similar al parlamento catalán con la excepción de este último partidito, Ciudadanos, que no tiene representación en el consistorio de la capital catalana. Pues bien, el representante del PP en el ayuntamiento de Barcelona, gobernado actualmente por el PSC e ICV con el apoyo de ERC, ciudad por donde circulan los pocos autobuses con la humilde campaña atea, ha presentado distintas preguntas al gobierno de la ciudad y a la compañía de transportes metropolitana. Este representante del PP que llegó a ser su máximo dirigente en Cataluña no hace muchos años, Alberto Fernández Díaz, alega que “la libertad de expresión no puede ser un cajón donde todo tenga cabida” (¡sic!). Y añade: “La libertad de expresión lo ampara todo excepto lo que se expresa sin respeto, y en el ámbito público no se puede formular esta publicidad desde el ataque o en forma de controversia religiosa” (¡resic!) (El Punt, 14-1-2008).
Esta campaña solamente podía criticarla enarbolando la libertad de expresión, más como una maza que como una libertad, el PP. No voy a añadir nada a lo que dije sobre la libertad de expresión a propósito de la impecable y no muy conocida concepción de Chomsky sobre la cuestión, pero sí dejaré apuntado que hay aspectos en el pensamiento del intelectual estadounidense que vendrían aquí que ni pintados. En fin, el hecho de constatar esta delirante reacción del PP a las muchas respuestas de esta campaña atea supone confirmar, desapasionadamente, que ha sido un éxito.
Daniel Raventós es miembro del Comité de Redacción de SINPERMISO. Su último libro es Las condiciones materiales de la libertad (Ed. El Viejo Topo, 2007).
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